lunes, 8 de septiembre de 2014

Sobre "Derechos de Autor" y conceptos derivados

Cada vez que abro un libro o un disco, ya sea perteneciente a una gran compañía, artista "reconocido", o artista y firma independiente* (y más en este último caso), y leo en su solapa o caja respectivamente algo más o menos como "todos los derechos reservados" o "se prohibe toda reproducción, regrabación, copia, alquiler, préstamo, canje, ejecución pública y difusión por cualquier medio y procedimiento sin previa autorización o cualquier otro uso no autorizado", me quedo pensativo y vuelvo a darle vueltas al tema de los derechos de autor una y otra vez. Y pasa que no sé qué es más feo, si su significado y estructura, o que el autor no sepa realmente qué es lo que está prohibiendo-protegiendo en relación al concepto histórico de autor, y por ende, dejar en evidencia que no le ha dado ni la más mínima vuelta al asunto, porque parece que solo lo ha puesto ahí debido a que siempre lo vio en ese mismito lugar cada vez que compró un disco o libro de su artista favorito, o porque simplemente eso parece solo materia del editor o firma.


Si de cualquier ejercicio intelectual se tratara, no saber todo lo que lo involucra, es ya un antecedente preocupante. La historia previa a la editorial y a la imprenta, más allá de cómo maneje cada quien su obra en la actualidad, y de si estamos o no de acuerdo con el negocio en torno al libro, la música, la cultura y el acceso al conocimiento en general, es muy diferente a la actualidad. Y si no hacemos una reflexión en torno a su aparición difícil es que se discuta seriamente respecto a lo que legalmente son los "derechos de autor" pues estamos ignorando sus implicancias. Pues estos engloban al menos dos conceptos vitales: los derechos morales (derecho irrenunciable a la autoría de una obra más allá de su inscripción legal), por un lado, y los derechos de distribución (copy right/copy left) por otro. Lo que está en juego entonces cuando creamos una obra, inventamos algo o lo "descubrimos", no es tanto si somos autores o no, sino bajo qué tipo de licencia ese escritor, músico o inventor de una idea va a manejar el acceso a dicho trabajo o invento, Y si, por ende, controlará su reproducción, difusión y obras derivadas.


Si en algún momento de la civilización occidental, aún ya existiendo formas de contener escrita la información, por ejemplo, no existió una regulación, tal y cual está concebida en la actualidad, de los derechos de autor tan en boga, fue precisamente cuando solo algunos accedían al conocimiento escrito en dichos libros, y se influenciaban unos a otros, y lo construían en conjunto de generación en generación**. El problema era que pertenecían a una elite culta que mantenía muy lejano el acceso tangible de la plebe a esa lógica por la falta de acceso al medio (la lectura, y por ende, al escrito). Y lo triste del asunto ahora es que aun cuando pareciera que todo está más "democratizado", ese creador contemporáneo, al igual como esa plebe medieval, a su vez, no sabe y se mantiene en la oscuridad en torno a un tema vital que le compete: los derechos de autor. Y cae redondito en las garras del negocio que ahora otra "elite", la que maneja las lógicas de mercado actual, dictamina. Y pareciera que todo tiene sentido y que tiene sentido defender nuestros derechos por la creación de algo y cobrar por eso. Es seductor, muy seductor claro. El problema es que esa lógica es la que hace que mucha información aún se mantenga protegida por grandes sumas de dinero como barrera para poder acceder a ella.

Entonces dicho texto, además de patético, y que en realidad nunca ha atemorizado ni al más incauto de los consumidores del arte, solo corresponde a una manera de manejar su negocio post industralización con la aparición de la imprenta, y luego con los procesos de registro de audio y video. Y si ambos precedentes eran justamente la oportunidad para "democratizar" el acceso libre al conocimiento, solo sirvieron como una forma de negociar obras e ideas de manera masiva, pues daba pie a la edición infinita de las mismas, y al negocio redondo, por ende, en torno a su multiplicación, o como es el caso de ideas o descubrimientos, a su develación solo a cambio de una suma tremenda de dinero. Por eso fue necesario comenzar a hablar sobre derechos de autor, más que para proteger a alguien, para proteger el negocio masivo en torno al tema. Y por ende, más que democratizar todo, se oscureció todo aún más que en la edad media, porque hasta el día de hoy hay información protegida relativa a aspectos que podrían cambiar el paradigma de cómo construir el conocimiento en conjunto, como la cura de más de alguna enfermedad mortífera o al invento de maquinaria de forma comunitaria. Porque, por ejemplo, la industria farmacéutica, dueña de los derechos autor de un principio activo solo comparte dicho conocimiento con quien logre pagar la suma de dinero elevada que cuesta ese bien que debería tener fines más bien públicos.

Por eso, volviendo al tema de la música y el arte exclusivamente, una cosa es tener control sobre la venta de un "objeto libro" u "objeto disco", de un espectáculo en vivo, o de una infinidad de actividades por las que se pueda hacer sostenible el oficio, porque tampoco hay que confundir esta apertura y entendimiento hacia un replanteamiento de los derechos de autor con que no podamos vivir de la música o de literatura o del cine, y otra es sobre la difusión, reproducción y copia de su contenido, el que más que cerrarse tendría que abrirse definitivamente a todos independiente de si se vende o no en forma de ese objeto o espectáculo. Y ahí radica el cambio de paradigma y el matiz del asunto. Sino entonces por qué las bibliotecas siempre han funcionando de manera natural incluso desde antes de la aparición de la imprenta y no se les ha exigido derechos por concepto de "lectura pública" de un libro en sus dependencias, como si pasa con las radio emisoras que deben pagar a sociedades de gestión macabras y monopolizadoras del negocio musical por concepto de "reproducción pública" de una canción. Hay claramente una contradicción que el mercado musical ha sabido aprovechar bien a su favor. Proteger una obra al punto de no develar su contenido solo si hay una moneda a cambio sigue y seguirá siendo un crimen como lo es mantener en la oscuridad información vital en otros aspectos beneficiosos para el ser humano.

Por tanto, usar ese tipo de textos prohibitorios de algo, además de ser un discurso ridículo de adorno y carente de sentido en la práctica, por un lado es seguir cayendo en una lógica de mercado perversa muchas veces ignorada, y por otro constituye una postura cerrada que sigue la corriente ciegamente hacia una no apertura del conocimiento a todo tipo de personas más allá de su poder adquisitivo***. De algún modo es necesario entender que el trabajo no es menos profesional solamente porque no se está en esa lógica tradicional de mercado en donde incluso se da cabida a banderas de lucha independentistas solamente entendiendo el término "independiente" como un "sin un gran sello o editorial" detrás, pero que luchan por estar en iTunes o Spotify o Amazon, plataformas que lo único que hacen es seguir reproduciendo, ahora de manera digital, una forma de mercado añeja y restrictiva no tan solo para el consumidor, sino para el mismo artista.



*El concepto de independiente a su vez en esta discusión, con todas sus implicancias y significancias, no tiene ningún asidero si lo único que se pretende es seguir modelos tradicionales de moverse en el mundo de la cultura, y da, por ende, para una reflexión paralela e igual de importante.

 **El mito es un antecedente de creación colectiva, pero es un tema ligeramente diferente que abordaré en otra discusión.

***Aquí se desprende el tema de la piratería que también es un tema relacionado, pero que da para un análisis paralelo e independiente.






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